Esta mañana hacía la compra con mi familia en Mercadona.
Vi a Íñigo Errejón en la cola del cajero, me acerqué, intercambiamos unas palabras, me hice una foto y las subí a mis RRSS. Como de costumbre, hasta aquí todo normal. Cierto que tuve una cierta intención sociológica.
Desde esta mañana, todo ha sido un hervidero:
- desde wssap que me decían –que por qué me había hecho rojo-
- mensajes privados a Facebook recomendándome quitar la foto
- el mensaje del que lee el Evangelio a diario, que pertenece a un movimiento sospechoso de “pederastia espiritual” que decía –dime con quién andas…- (¿Lo mismo dirá de Jesucristo en las escenas de los publicanos y prostitutas?
- Descalificativos gratuitos
- Canibalismo verbal en general.
Hace unos días, cuando Fermín Urbiola tuvo que intervenir el 12 de octubre y retirar a Pedro Sánchez y señora del besamanos, escribiría días después:
“ Estoy muy disgustado por los comentarios que han provocado mi fotografía con el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez. Y no estoy triste por los comentarios realizados hacia mi persona si no porque esos comentarios evidencian lo radicalizados que estamos hoy en España. ¡Volvamos a los valores de la transición! donde dialogaban, y se fotografiaban sonrientes, personas con ideologías radicalmente distintas. Y, precisamente, gracias a ello se formaron las bases para lograr el periodo más largo, de más concordia, libertad y prosperidad, en la historia de España”.
El odio que se vierten desde las “dos Españas” es visceral, cruel y amargo. Hablan de un ambiente previo a la Guerra, similar al de Asturias del 34, espero que no sea así.
Acabo con Aristóteles, lo dejó casi todo sentenciado: “sólo una mente educada (leída) puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo”.