Joyas Literarias (16)

 

  1. “ Siempre hay una gran carencia en el corazón del hombre, y más aún en el de un adolescente que se ha sentido poco amado.

Los maestros, los únicos expertos en el corazón humano, pueden hacerse cargo de un corazón ardiente y guiarlo sin que se repliegue sobre y contra sí mismo porque no podemos desear menos amor del que nos esperamos” Alessandro D,Avenia. El Arte de la fragilidad

  1. “La esencia de la música reside en la capacidad de pensarla en silencio” Ramón Andrés.
  2. «El verdadero maestro, suscitando admiración, puede estimular al discípulo a emprender la aventura del conocimiento. Una aventura que -contrariamente a cuanto quieren hacernos creer ciertas pedagogías hedonistas que han arruinado la escuela y la universidad- presupone la necesidad de un esfuerzo que nadie puede realizar en nuestro lugar. El saber, por lo tanto, no es un don, sino una laboriosa conquista. Con dinero puede comprarse todo, pero no el conocimiento. Con un cheque puede incluso adquirirse un diploma o un título en las mejores universidades del mundo. Pero el mero pedazo de papel, sin nuestra plena implicación, no nos permitirá hacernos mejores». Nuccio Ordine, Clásicos para la vida.
  3. La verdadera pasión, el amor por algo, sea lo que sea lo que se ame, se hace evidente mediante el respeto y el deseo de conocer ese algo en su totalidad. En profundidad; como nunca nadie lo había hecho. Sin precedentes. La pasión va junto al deseo intenso de desvelar el misterio del ser.De este modo, el amor también es una autoexigencia, un esfuerzo. Pero lo bonito de ese esfuerzo es que se realiza con gusto. No se siente como una carga, sino como un aumento. Un crecimiento, una «apertura a».

     

    Por otro lado, es también curioso, a la par que bello, es que, cuando se trata de un amor puro, no se pretende publicar el misterio una vez desvelado; uno sólo desea guardarlo para sí: saber. Y se puede ser muy feliz con esa posesión. Amar es querer conocer algo en su más profunda intimidad, descubrir en qué consiste su ser.

     

    Cuando alguien ama tanto algo, el interés que tiene en aquel objeto es vital. Comprometemos nuestra vida en pos de ese algo.

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    5. La realidad, Máxim Huerta.

     

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    6. Instrucciones para la vida, H. Jackson Brown.

 

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7. Vasconcelos

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8. Jorge Bucay

Enamorarse es amar las coincidencias y amar es enamorarse de las diferencias.

Cuando uno se enamora en realidad no ve al otro en su totalidad, sino que el otro funciona como una pantalla donde el enamorado proyecta sus aspectos idealizados.

Los sentimientos, a diferencia de las pasiones, son más duraderos y están anclados a la percepción de la realidad externa. La construcción del amor empieza cuando puedo ver al que tengo enfrente, cuando descubro al otro. Es allí cuando el amor reemplaza al enamoramiento.

9. “Todas las familias familias se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo”. En “Ana Karénina” (traducción de Víctor Gallego, Alba), uno de los grandes principios de la historia de la literatura, Tolstói .

10. Prosa lírica.

Estudio Filosofía, Audiovisual, y Ballet Clásico. Me gusta leer, cualquier expresión artística, el manga, los idiomas, el teatro, las artes marciales, escuchar el silencio, pasear por la ciudad con la música a tope, observar la oscuridad, soñar sin dormir, bañarme por la noche, las fresas con nata, escuchar vidas, contar historias, que a los de Filosofía nos distingan a mil leguas, mirar las estrellas desde el tejado, pintar y dibujar, hacer grullas de papel, leer las letras de las canciones, las sonrisas, las tragedias, el chocolate, bailar y olvidarlo todo, el cansancio después del deporte, bañarme en el mar, el sonido de las campanas, mirar el mar durante horas, viajar y adaptarme a cada lugar, el hecho de que cada momento pueda ser el último, el otoño y el invierno, lo inesperado, la tranquilidad, las palomitas con mantequilla, coleccionar imágenes, las tormentas de verano, los sombreros, la independencia, las culturas, las mitologías, llorar sin motivo, dormir, escribir, encender incienso en mi cuarto después de haberlo ordenado, mirar un cuadro de la Virgen, quedarme empanada, la gente de otros lugares, la bohemia, cantar, ir a la tetería con mis amigas, la noche, el caos.

11. «Despedida» de García Márquez.

Si por un momento Dios se olvidará de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos…

Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría TE QUIERO y no asumiría tontamente que ya lo sabes.

Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.

Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuánto te importan.

 

12. Guillermo Urbizu.

No debería estar aquí. Y además dándole vueltas y más vueltas a un verso de Eduardo Jordá. “¿Veremos otra vez las mismas cosas?”. Sé que no, que del mismo modo no las vamos a volver a ver. Y a mí esto me conmociona el alma y me acongoja y pienso que puede que sea eso lo que me lleve a escribir. Incluso a leer. En un intento de volver a verlas. Eso: las mismas cosas que conforman la nostalgia. Es por eso que creo que la literatura es sobre todo nostalgia (¿y qué no lo es?, se preguntará alguno). Un intento de volver al paraíso perdido de no se sabe qué, puede que en la infancia, o a ciertos momentos que estarán desperdigados por algunas fotografías o agendas o álbunes de cromos y que no logro hallar o rememorar con acierto. Bah, la mañana se me pasa ordenando libros. Pero Gómez de la Serna no cabe por ningún sitio. Y yo no debería estar aquí. Y el verso de Jordá que no cesa de interrogarme. “¿Veremos otra vez las mismas cosas?”. Y me veo de pronto en una salita leyendo Muerte en Venecia, o hablando con mi madre sobre la felicidad, o trenzando unos juncos en algún lugar de mi infancia. Tengo claro que la felicidad no es coleccionar cosas, pero las colecciono precisamente para volver a verlas, o que esas cosas sean las pistas que me lleven a otras más… Últimamente me ha dado por acumular cajitas de pastillas de regaliz. ¿Motivo? ¿Lo hay? Y me imagino -que ya es imaginar- con 70 años dando vueltas a las dichosas cajitas para que entonces me digan quién era yo a día de hoy. Pero ya no me queda sitio para guardar más pistas. La vida es un cúmulo de indicios o vestigios, pero no se puede guardar todo. Además no me gusta el regaliz. ¿Veremos Jordá las mismas cosas otra vez? Dicen de Eduardo Jordá que es un poeta tardío. Parece su definición, o un gentil apodo. Puede que no sea una idiotez y se trate simplemente de un hecho. Pero todos somos tardíos. Poetas no sé, no creo; pero tardíos todos. ¿Acaso llegamos alguno a tiempo de nuestra propia vida? Vamos por detrás, pienso, intentando ser conscientes o buscando un nuevo sentido (o quizá viejo, que seguro será más atinado). Nuestra vida nos sobrepasa o no la queremos así, en esa posibilidad, y nos quedamos atrás, embebidos en un poema o en una fotografía o en una cajita de regaliz. Por eso digo que yo no debería estar aquí, si es que lo estoy, y todo esto no es más que un texto que me ha dado por escribir hoy.

 

13. Ernesto Fernández Samaniego

No consigo jamás cuantificar la bondad o el dolor de la infancia, de la mía, la felicidad sentida o la soledad paladeada. Esa infancia que ata eternas amistades o tensa el alma con profesores duros o amargados – y otros menos-, de compañeros crueles y de aquellos con los que se puede casi respirar a la vez, de dulces pizarras y manchas de tiza que unas veces llevan a la gloria y otras humillan sin consideración.
Olvido, esperanza, disgustos y consuelos, vínculos obligados, que nunca se discuten, de padres omnipresentes, abuelos pacientes y majestuosamente consentidores; ajeno mercado laboral de progenitores que trabajan y lo recuerdan a su prole con frecuencia, divinidad ausente pero recordada en misas que no entendíamos, noches de miedo, mañanas de risas y paz, con peleas pasajeras sin rencor, ausencia de dimes y diretes, sinceridad general con excepciones de juguete, sueños comunes, y solidaridad bien entendida. Envidia suave y pasajera, maldad parca en potencia y escasa de intención, espejos inútiles y mar deseado y lejano.
Para Machado existía el “sol de la infancia”, para Gala es “su constante soledad y su fortaleza indestructible”, para casi todos es motivo de ternura y recuerdos agradables y casi cercanos.
Desde allí, desde la infancia, se recorre un camino indeterminado, lleno de avisos o trampas, de sorpresas o pasos previsibles, de desengaños o ilusiones, de piedras y vecinos molestos o hadas madrinas y trampolines, de sacrificios vacíos o facilidades regaladas.

 

14. Alfredo Cuervo

Un joven poeta español, Alfredo Cuervo, escribió estas máximas, que durante algún tiempo atribuyeron a Pablo Neruda. Aunque algunas rozan la utopía, pueden ser un buen modelo de brújula vital: ¿Qué es lo verdaderamente importante?, busco en mi interior la respuesta, y me es tan difícil de encontrar. Falsas ideas invaden mi mente, acostumbrada a enmascarar lo que no entiende, aturdida en un mundo de irreales ilusiones, donde la vanidad, el miedo, la riqueza, la violencia, el odio, la indiferencia, se convierten en adorados héroes, ¡no me extraña que exista tanta confusión, tanta lejanía de todo, tanta desilusión!. Me preguntas cómo se puede ser feliz, cómo entre tanta mentira puede uno convivir, cada cual es quien se tiene que responder, aunque para mí, aquí, ahora y para siempre: Queda prohibido llorar sin aprender, levantarme un día sin saber qué hacer, tener miedo a mis recuerdos, sentirme sólo alguna vez. Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quiero, abandonarlo todo por tener miedo, no convertir en realidad mis sueños. Queda prohibido no demostrarte mi amor, hacer que pagues mis dudas y mi mal humor, inventarme cosas que nunca ocurrieron, recordarte sólo cuando no te tengo. Queda prohibido dejar a mis amigos, no intentar comprender lo que vivimos, llamarles sólo cuando los necesito, no ver que también nosotros somos distintos. Queda prohibido no ser yo ante la gente, fingir ante las personas que no me importan, hacerme el gracioso con tal de que me recuerden, olvidar a todos aquellos que me quieren. Queda prohibido no hacer las cosas por mí mismo, no creer en mi Dios y hallar mi destino, tener miedo a la vida y a sus castigos, no vivir cada día como si fuera un último suspiro. Queda prohibido echarte de menos sin alegrarme, odiar los momentos que me hicieron quererte, todo porque nuestros caminos han dejado de abrazarse, olvidar nuestro pasado y pagarlo con nuestro presente. Queda prohibido no intentar comprender a las personas, pensar que sus vidas valen más que la mía, no saber que cada uno tiene su camino y su dicha, sentir que con su falta el mundo se termina. Queda prohibido no crear mi historia, dejar de dar las gracias a mi familia por mi vida, no tener un momento para la gente que me necesita, no comprender que lo que la vida nos da, también nos lo quita.

15. Felipe Benítez Reyes

Por enésima vez. Y ya aburre. La desconocida en aquel tren, camino de Lisboa, en el asiento contiguo, sin hablarte -luego me arrepentí. en Málaga, en un antro con luces del color del crepúsculo, y los dos muy fumados, y tú no me miraste. De nuevo en aquel bar de Malasaña, vestida de blanco, diosa de no sé qué vicio o qué virtud. En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes y tu melena negra, apoyada en la barra de aquel sitio siniestro, mirando fijamente -estarías bebida- el fondo de tu copa. En Granada tus ojos eran grises y me pediste fuego, y ya no te vi más, y te estuve buscando. O a la entrada del cine, en no sé dónde, rodeada de gente que reía. Y otra vez en Madrid, muy de noche, cada cual esperando que pasase algún taxi sin dirigirte incluso ni una frase cortés, un inocente comentario… En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma, y vi que te alejabas, y maldije la vida. Innumerables veces, también, en la imaginación, donde caminas a veces junto a mí, sin saber qué decirnos. Y sí, de pronto en algún bar o llamando a mi puerta, confundida de piso, apareces fugaz y cada vez distinta, camino de tus mundos, donde yo no podré tener memoria.

 

16. Vargas Llosa en la entrega del Premio Nobel.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

 

 

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