La semántica, al igual que las artes, intenta “captar”, aprehender la realidad quedándose a medio camino. Cualquier mímesis pierde valor de autenticidad. Sólo -es- «lo que es», lo que reside fuera de sí dejar ser en su totalidad, con lo que podríamos aventurarnos a decir: que sólo existimos nosotros mismos, fuera de nuestro ser la realidad no es plena.
A todo esto hay que sumar dos interferencias que nos impiden «captar» la realidad en su totalidad: una objetiva en cuanta a universal, que quedó plasmado en los «sentidos» de Kant, y otra subjetiva, particular, única y diferente en cada ser que son las circunstancias (Ortega y Gasset) que a cada uno nos ha tocado vivir dentro de un entramado familiar, histórico, social indescifrable.
Todo concepto que pueda ser definido no implica que exista. Hay realidades que únicamente se definen por contraposiciones. Un análisis exhaustivo nos dará como resultado que no toda antonimia es real, como máxime sería una «ausencia de» o “aproximación por antonimia”.
a) Ausencia de:
De la famosa observación de Einstein surgió la apreciación de que la oscuridad, el silencio y el mal no existen sino que son ausencias de la luz, sonido y bien respectivamente.
b) Aproximación por antonimia.
Se ha intentado construir una semántica a partir de la contraposición de homólogos antonímicos cuando éstos son irreproducibles en la naturaleza. Cada concepto ha desembocado debido a un complejo entramado histórico contextual.
En la esencialidad del hombre está su espiritualidad y heterosexualidad, con lo que los conceptos del ateísmo y homosexualidad construidos a partir de antonimias son erróneas porque no existen como tales, sino en cuanto a aproximaciones, ya que no están en la esencia del ser humano.