Chapoteando en lo extraordinario

He dejado de chapotear en lo extraordinario. Las circunstancias me han desplazado a una situación forzosa de quietud externa e interna, algo doloroso para mi idiosincrasia temperamental. A lo largo de estos meses en lecturas y conversaciones descubres que la próxima generación apenas existirá el concepto de matrimonio o relación estable, teorías o explicaciones del porqué hay cientos, esta aproximación del filósofo José Carlos Ruiz me parece muy acertada:

«El amor se percibe como una pérdida más que como una carencia. Antes el amor consistía en que te faltaba algo y tu vida estaba incompleta sin él, pero ahora se percibe como una pérdida, si lo encuentras bien y si no, no pasa nada. Además hemos trasladado la ilusión del enamoramiento de una persona a otras cosas: al ocio, al trabajo… Yo hablo de cómo vivimos las relaciones de pareja desde la dispersión en lugar del recogimiento. Vivimos cada vez de manera más extrovertida, que es algo que potencia el sistema porque es rentable: sales y entras, te focalizas en actividades pero no en tu pareja. Y cuando se acaba la extroversión, porque te confinan, el índices de divorcios se dispara, como ha ocurrido. Porque el recogimiento y la tranquilidad formaban parte de la relación amorosa y ahora parece que la repetición del hábito es algo limitativo, que frena el desarrollo. Quizá lo que más ha cambiado es la concepción hedonista del amor: se enfoca la conexión con el otro desde el principio del placer, y si no encaja en el principio del placer paso al siguiente, a otra manera de acoplamiento»

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