
Me dijiste que tenía -coraza encubierta-.
Era una época de incertidumbre plácida: estaba con una quietud que temía confesar, experiencia amarga de ocasiones pretéritas en que, al mínimo júbilo de dicho éxito todo se desvanecía.
Algunas preguntas sólo esconden la necesidad de contestar a estímulos de saciar una expectativa juvenil, pseudoadolescente, después de ello no queda nada, sólo un recuerdo efímero.
Por ello, ante algunas preguntas, lo coherente es no formulárselas y si ya lo has hecho, la mejor y única respuesta es omitirla: atrapa el silencio porque «el mayor grito es un silencio forzado».