Continúo con mi costumbre de escribir un artículo en Semana Santa.
Divagaba en clase sobre los años clave de la adolescencia. Las heridas afectivas que podemos arrastrar cuando nos alejamos paulatinamente de nuestros padres a esta edad. Les explicaba que los padres siempre están ahí, que no nos vayamos de su «calor» gratuitamente por la rebelión de la edad.
Hubo muchas preguntas. Levantaste la mano cuando ya había terminado la clase: «¿qué pasa si ya no me hablo con mi madre porque no está?»… «Lo siento… Hablamos en otro momento, si te parece».
Pasaron dos días, era el último día antes de vacaciones. «Lo siento de veras, no sabía que tu madre había fallecido». «No, ella no quiere volver a verme y no sé por qué«.
Independientemente de cómo transcurra esta tragedia, las realidades de mis alumnos han hecho que cambie como persona y que la mayoría de lo que nos rodea lo vea futil y absurdo.
Ahora todos pendientes del 28 abril y cinco jovenuzelos, cuando ya afirmó Ortega Y gasset, que «ser de derechas o izquierdas es una de las formas que tiene el ser humano de ser estúpido».
Se quema NotreDame y todos colgando fotos de la Catedral cuando el 99% no sabe su historia ni sus siglos de creación. ¿Y los mil millones recaudados? La FAO calculó que con 30 mil anuales acabaría el hambre en el mundo.
En todos los sitios cuecen habas, y luego tenemos los que arremeten al pobre Papa Francisco, harto de oír a sacerdotes ultramontanos que no han visto la entrevista de Évole porque no les acerca a Dios. Si hubiera sido alguno de los dos Papas anteriores, aún estarían de rodillas.
Querida alumna, éste es un mundo analfabeto, falso y esquizofrénico pero te prometo que la situación con tu madre se puede arreglar.