Todo empezó el 7 de junio de 1992.
A los 8 días de hacer la Primera Comunión, mi padre me llevó a ver la primera Liga que el Madrid perdió en Tenerife. Eran los primeros partidos que emitía Canal Plus. Los españoles abarrotábamos los bares de nuestros pueblos.
Ese día fue más importante de lo que parece en mi vida, me inició en una pasión que nunca me ha dejado en estos cinco lustros.
Algunos dirán que vaya pérdida de tiempo, todo hobby es una bendición, enriquece, te desconecta y te devuelve con más fuerza a la vida.
Tener aficiones y no sólo una es de privilegiados. Con el paso del tiempo, compruebas que la regla de las 10.000 horas es cierta: tiempo necesario para convertirte en experto mundial en una materia.
Me he emocionado en el Bernabéu, Mestalla, Camp Nou, Villamarín… Descubrí el Atlas africano de la mano de una peña madridista; en los Balcanes hablé de Messi; con los taxistas mexicanos de su selección; en Nueva York me invitaron a comer al decir que vivía en Madrid; el vuelo a Doha me impactó por el documental que proyectaron del Barca; los estadios de fútbol londinenses y su aroma mágico; mi mejor gol lo marqué en Portugal; en Varsovia vi al Barcelona ganar su cuarta Champions…
El fútbol, el octavo arte, siempre me ha acompañado.
Todo empezó papá una tarde de domingo en un pueblo de Murcia.
La magia de los recuerdos de la infancia debe venir acompañados de la mano de nuestros padres y así éstos, nunca serán expulsados del paraíso de nuestra memoria.