«Pedros» y «Pablos»

 

Recuerdo en época de Juan Pablo II cómo algunos se rasgaban las vestiduras cada vez que miembros de la Asociación JUAN XXIII abrían la boca…

Pasados los años, la elección del Papa Francisco me «pilló» en una reunión académica… Se suspendió y nos fuimos al salón de actos, cuando escuché el nombre del nuevo Papa. empecé a decir -mal acostumbrado por otros- : «Bergoglio.. no puede ser».
Un sacerdote que había en la sala, fraguado en mil batallas, me sacó y me dijo al oído: «El Espíritu Santo nunca se equivoca». Nunca lo olvidaré y siempre le estaré agradecido.
Tres años después contemplo con estupor como día sí y día también, tenemos a los vaticanistas de turno proponiéndonos al Cardenal Sarah como el nuevo Juan Pablo III, como si esto de los Papas fuera como las modas: ahora se llevan jeans, ahora pantalones pitillos, etc.
Y si las Sagradas Escrituras afirman que el único pecado que no se perdonará es quien blasfeme contra el Espítitu Santo, ¿qué hacen ellos sino jugar a ser el mismo Paráclito? No dejan hacer a Dios, no se fían, cortos de miras, sólo están cómodos en su Misa tridentina y en su burbuja pelagiana.
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