Soltería en los filósofos

(www. hispanismo.org)

A los estudiosos de la filosofía, o, mejor aún, a los estudiosos de la personalidad de los filósofos, puede haberles llamado la atención la soltería de Platón, y el matrimonio no muy armonioso de Sócrates. Y el que la cultura griega fuera denominada un “club de hombres”, en la cual cierta forma de sexualidad considerada elitesca, era la que realizaba el sabio maduro con un efebo, de 14 a 20 años como edad ideal, que posteriormente sería su discípulo. Y que el único personaje femenino de los diálogos de Platón fuera Diotima, que, por otra parte, era sacerdotisa.

Finalmente, las solterías de Kierkegaard, Newton, Hume, Schopenhauer, Nietzsche, Kant y muchos más. Y el casamiento tardío de Hegel, a los 40 años de edad, con una mujer 20 años menor que él. Augusto Comte, aceptado como fundador de la sociología, contrajo matrimonio con una prostituta, y cuando se separó de ella no volvió a casarse.
Se ha publicado una estadística según la cual el 66% de los grandes filósofos de la humanidad habrían sido solteros. Solamente 2 mujeres fueron seleccionadas en ella como pensadores distinguidos, y una de ellas, había trabajado precisamente, sobre la temática del feminismo. La historia de una mujer muy particular se describe en el capítulo 37 de este libro.
La mayoría de nuestros neo-machistas son seres aislados, independientes, solitarios, con vocaciones que podrían denominarse, en su conjunto, espirituales, científicas o artísticas.
Así lo son, por ejemplo, los personajes de Herman Hesse y, según parece, su propia vida personal. Y muchos “raros” que deambulan por el mundo, descritos con el nombre entre burlón e irónico de solterones.
Pero hay dos grupos de personas en los cuales el celibato es característico e importante.
1. Algunas escuelas filosóficas de la antiguedad como el pitagorismo o el epicureismo lo cultivaban.
2. Y las religiones, a menudo lo cultivan lo presentan. La más evidente en nuestro medio es la católica, que puede comenzarse con la frase de San Pablo

‘Mas vale casarse que quemarse”

y comprende hoy el número de célibes más notable del mundo.
Kierkegaard, notable filósofo danés, planteó, en una forma existencial su celibato, después de una ruptura inexplicada con su pretendida Regina Olsen.
Refiriéndose a él William Barrett en “El hombre irracional” (un estudio del existencialismo) se expresa de la siguiente manera;

“… una personalidad religiosa, para la cual la vida común del matrimonio y la familia es imposible. El tipo religioso puede parecer anormal para nuestra mente secular y naturalista; pero existe y de él hay abundantes ejemplos a lo largo de la historia. Sólo una mente provinciana y dogmática puede dejar de conceder a este tipo por lo menos su propio derecho psicológico a la existencia.”

Estos hechos nos hicieron pensar en cierta incompatibilidad por un lado entre el pensamiento abstracto propio de los filósofos, los religiosos y los científicos y la muy masculina pasión empresarial, y la por el otro la psicología del sexo femenino. Recordemos una vez más aquellas 5 K con que los alemanes caracterizaban despectivamente a la mujer, iniciales de Kinder (niños) Küche (cocina), Krankheit (enfermedades) Kleider (vestidos) y Kurche (Iglesia). Todos ellos eran muy concretos, materiales y biológicos.
¿ Que significado pueden haber tenido las discusiones eclesiásticas medievales sobre si las mujeres tenían o no un alma ? La pregunta parece hoy absurda, y despierta sonrisas burlonas, aunque el hecho de haber sido enunciadas describe ciertos rasgos psicológicos de los varones que se las plantearon.
Anatole France, no se casó nunca. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1921. No fue precisamente un filósofo pero sí un brillante escritor, en cuyos textos abundaba el pensamiento ensayístico. Uno de sus personas descollantes, Mr. Bergeret, era un profesor de literatura que fue traicionado pro su esposa y terminó abandonándola, realizando luego una vida solitaria, que pareció serle muy placentera.
Vino a rematar esta preocupación nuestra la consulta que nos hiciera un académico, profesor de lógica matemática, sobre su situación sexual.
Estaba casado con una mujer que realmente amaba. Era una buena compañera y se sentía correspondido por ella. Habían gozado de una fogosa sexualidad pre-matrimonial. Pero ya no experimentaba hacia ella mayor apetencia sexual, lo cual ella le reclamaba. Y afirmó que, en lugar de hacer el amor con su mujer, prefería sentarse a leer un tratadista clásico.
No era impotente, ni tenía dificultades ni anomalías sexuales; simplemente, el sexo femenino no lo atraía. Ni su esposa, ni ninguna otra.
El celibato católico eclesiástico, que siempre nos pareció un anacronismo casi anormal, comenzó, a la luz de estas observaciones, a presentar cierto tinte de racionalidad.
Jean Paul Sartre convivió muchos años maritalmente con Simone de Beauvoir, pero, a pesar de vivir ambos en el mismo edificio, jamás compartieron el mismo apartamento.
Si se leen los finos, eruditos, aunque frecuentemente maliciosos y contradictorios ensayos y novelas de Jean Paul Sartre, tan llenos de profunda perspicacia, en contraste con los pesados, quejosos y reivindicadores trabajos de Simone, sobre todo los que se referían a la vejez y al “Segundo Sexo” se puede intuir el por qué nunca se quiso casar ni vivir en forma estable con ella.
¿ No podría plantearse que existiera cierta mentalidad masculina, cuya extrema vocación se centrara en lo intelectual, lo espiritual, lo psíquico, y que esto los llevara a una incompatibilidad radical con el sexo femenino, por naturaleza demasiado centrada en lo biológico, lo emocional y lo subjetivo ?
Si así fuera, se podría proponer para este grupo de hombres la denominación de neo-machistas. Al igual que los proto-machistas, experimentarían un alejamiento radical de la intimidad con la mujer. Los machistas por despreciarlas, abusar de ellas y utilizarlas solamente como objeto sexual, de conquista, vanidad y placer.
Los neo-machistas también experimentarían la misma incomunicación y alejamiento pero no por considerarlas a ellas en sí, sino como incompatibles con su profunda vocación al pensamiento y al intelecto y al arte, que no dejaba en sus vidas lugar para el estilo predominantemente femenino.
Figura en una biografía de Soren Kierkegard, el siguiente comentario respecto sobre su ruptura con Regina Olsen;

“Se hizo consciente de la separación entre la joven, inocente e inexperta y él mismo, sobrecargado como estaba con sus sentimientos de culpa y su extraordinaria conciencia de las complejidades de la mente humana, que nunca hubiera podido comunicar a Regina.”

La contrapartida femenina del intelectual extremo sería la mujer adicta a la biología, consagrada en su plenitud a sus funciones domésticas y de reproducción, crianza y educación de sus hijos. (Capítulo 8).
Quizá un matrimonio de esta naturaleza se haya dado en más de un famoso literato, que terminó casándose con su cocinera.
Algunos célibes pueden ser considerados ejemplo supremo del neo-machismo. Simplemente, se han alejado tanto de la biología, y se han instalado tan definitivamente en la extrema intelectualidad característica – por lo menos hasta hoy – del sexo masculino que ninguna mujer podrá satisfacerlo jamás. Sería el caso del ya mencionado Amiel.
Sigmund Freud sí fue casado. Contrajo matrimonio con Sara Bernays y de su relación con ella se conserva una copiosa y erudita correspondencia. Pero su vida marital duró solamente diez años y después suspendió toda relación sexual con ella, sin divorciarse jamás.
Se podría pensar que las mujeres que embellecieron la vida de los grandes hombres, como la Beatriz del Dante, la Laura de Petrarca, la Regina de Kirkegaard representan el mismo papel platónico de la Dulcinea del Quijote y solamente sirven de núcleo de cristalización de sus ideales y sueños, vestidos de las gentilezas del amor cortés.
¿ Podría concebirse a Jesucristo casado y a cargo de una numerosa familia ?
Este neo-machismo a veces abarca toda la vida de un hombre. Otras, solamente momentos o períodos de su vida. Otras, una soledad permanente después de un divorcio o una viudez prematuras.
Se han conocido matrimonios de esta naturaleza, estables, sin conflictos de ninguna clase. Ellas, dedicadas a las “tareas propias de su sexo” y ellos al mundo del pensamiento.
No padecen de conflictos de pareja, pero alguna vez esposas insatisfechas se han quejado de la incomunicación con sus maridos a los cuales, por otra parte, nunca tuvieron nada que reclamarles.
En una película biográfica sobre Luis Buñuel, aparece éste ya muy avejentado hablando con su ya difícil dicción sobre su genial capacidad creadora. A su lado, tranquila, callada, aparece su anciana esposa.
El entrevistador resuelve dirigirse a ella.
– ¿ Que nos puede decir de Ud. misma, señora ?
– Yo, en la cocina, contesta ella serenamente.
No es de extrañar que se coloque en el extremo biológico de la relación de pareja al machismo y en el otro extremo del ser humano, el existencial, al neo-machismo.

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