Woody Allen, como tantos otros, en la senectud va rectificando de su rebelión espiritual y moral.
Ayer disfruté con su último estreno.
A través de Kierkegaard y Dostoievsky nos va mostrando con pequeñas pinceladas sus grandes inquietudes… En el momento cúlmen de la película espeta: – ojalá tuviera la suerte de Kierkegaard que era cristiano-.