¡Ay, el Latín!

» El hombre que no sabe latín aseméjese a un individuo que se encuentra en una bella comarca, donde reina tiempo brumoso; su horizonte es excesivamente limitado; no se ve claramente lo que le rodea; por muchos pasos que dé adelante, siempre son vaguedades las que le rodean. Por el contrario, el horizonte del latinista se extiende muy lejos, a través de los siglos modernos, la Edad Media y la Antiguedad. El griego, y también el sánscrito, ensanchan el horizonte aún. El que no sabe latín forma parte del pueblo, aunque sea un gran conocedor de la máquina eléctrica y tenga en su crisol el radical del ácido fluorhídrico». Arthur Schopenhauer, pág. 608, Parerga und Paralipomena.

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